Ramiro López no pudo ocultar su orgullo con la noticia de que su hija menor, Alicia, había pasado con honores el examen de ingreso para estudiar bioquímica y farmacia en la Universidad y convertirse en la primera en ir a la universidad de esta familia de artesanos, en la ciudad de Chordeleg, en la provincia de Azuayo, Ecuador, donde 60% de los 1,95 millones de habitantes vive con menos de $100 dólares al mes.
Este resultado positivo tuvo mucho que ver con el esfuerzo, el sacrificio y la dedicación de Alicia y sus padres, junto con el hecho de que su escuela, Santa María de la Esperanza, había podido finalmente construir y equipar un laboratorio de química moderna con un préstamo de $30.000, así como tres nuevos laboratorios de computación y otro laboratorio de física. La escuela obtuvo el préstamo de la cooperativa local de ahorro, Jardín Azuayo, que ha desarrollado el negocio de apoyar proyectos para mejorar las condiciones de vida en pequeñas ciudades y poblaciones de la región. Con financiamiento del BID y un grupo de inversionistas de impacto, esta entidad financiera otorga crédito asequible con períodos flexibles de amortización para pequeños proyectos de infraestructura e iniciativas empresariales.
El modelo desarrollado por la corporativa está ayudando a promover el desarrollo económico en zonas rurales donde las autoridades cuentan por lo general con pocos recursos debido a que la base de contribuyentes es baja.
Desde 2011, la institución ha concedido cerca de 270 préstamos por un total de US$9 millones para financiar actividades de desarrollo comunitario en las provincias de Azuay, Cañar, Loja, El Oro, Guayas, Santa Elena y Morona Santiago. Los prestatarios son organizaciones de la sociedad civil, asociaciones comunitarias, pequeños agricultores y microempresarios. Los proyectos han beneficiado a casi 260.000 personas en la región, la tercera parte de las cuales vive en la pobreza extrema. Más de la mitad de los préstamos se usaron para aumentar la productividad de los pequeños agricultores financiando la construcción de invernaderos y viveros, la compra de maquinaria agrícola y la construcción de sistemas de riego. Otro 30% se utilizó para financiar infraestructura comunitaria básica, lo que incluye la pavimentación de vías, la remodelación y dotación de escuelas técnicas, y la renovación de plazas municipales, instalaciones deportivas y centros comunitarios para promover las artes y las artesanías locales. Los préstamos restantes financiaron una gran variedad de pequeños proyectos, incluida la adquisición de equipos médicos y computadoras.
La iniciativa también promueve la participación de la comunidad y de los diversos actores contabilizando las contribuciones en mano de obra local e incorporando acuerdos de contrapartida en virtud de los cuales las comunidades u organizaciones aportan recursos adicionales.
Mediante la ampliación del acceso a crédito en pequeñas comunidades apartadas, Jardín Azuayo está dando una mano a las autoridades locales que no disponen de recursos en efectivo. Es así como esta institución financiera crea condiciones favorables de largo plazo para estimular las economías de tales zonas y mejorar la calidad de vida de los segmentos más vulnerables.
El Sr. López no se cambia por nadie, él está convencido de que su hija se sacó la lotería al poder continuar con su educación. Este desenlace es simplemente la feliz consecuencia de la perseverancia de un pueblo de artesanos que lucharon por hacer su sueño una realidad.
BID (Banco Interamericano de Desarrollo): Evaluaciones de Impacto. Midiendo resultados. Marzo 2014